domingo, 20 de enero de 2013

Capítulo Cuatro.-

El viaje en moto ha sido increíble. ¡Se sintió tan libre! Al principio estaba un poco cortada por el hecho de tener que abrazarse a Álex para no caer, pero fue tan agradable y simpático que consiguió relajarse en su espalda, a pesar de que Javier los estuvo siguiendo todo el trayecto. No tenía ni idea de que esos dos compartieran casa. ¡Si solo tiene diecisiete años! En fin, siempre los había visto juntos, pero no se trataban como muy amigos.

Al sentirla detrás suya se ha sentido muy nervioso, ¿porqué? Él precisamente no debería sentir eso por una humana, no es la persona adecuada para ella. Una muchacha tan guapa merece alguien como ella. Álex frena delante de el chalé que comparte con Javier. Bueno, es su jefe, y sin él no estaría donde está.

Álex frena delante de un chalé increíble. Es un edificio de ladrillos marrón oscuro, con enredaderas que van hasta el segundo piso. La puerta es negra, a diferencia del resto del barrio. Baja de la moto y se quita el casco. El chico hace lo mismo. Cristina descubre un pequeño tatuaje en la nuca de su guapo compañero; la palabra "Hell" en cursiva. En ese momento, Álex se da la vuelta y la dedica una sonrisa. Es la sonrisa más radiante y perfecta que ha visto. Es perfecto.
- ¿Entramos?- dice entonces Javier.
Saca un juego de llaves de su bolsillo del pantalón y se dirige a la puerta, pero antes de que pueda meter la llave en la cerradura, la puerta se abre y aparecen dos chicas de la casa. Estas dan dos besos a Javier y Álex. Inmediatamente se fijan en Cristina.
- ¿Esta quién es?.- pregunta más alta de las dos a Javier, susurrándole al oído.
- Es amiga mía- interviene Álex-. No la incordiéis, anda, que venimos a hacer un trabajo.
Entonces, pasa el brazo por la espalda de Cristina, y esta, casi al instante, se ruboriza. Álex se da cuenta y no puede evitar sonreír. Esa chica es tan dulce. Si supiera la verdad, sería una buena pareja. Lástima...
- ¡Qué borde tío! ¿No nos presentas?.- dice la segunda, dándole un codazo al chico.
Este resopla y cede.
- Chicas, esta es Cristina. Cristina, estas son Leyre- dice señalando a la más alta-, y Silvia. Viven con nosotros.- aclara
Las chicas se dan dos besos. << Que envidia>> piensa Cris. La verdad es que son guapísimas. Tendrán entre dieciocho y veinte años. Leyre es a más alta. Tiene el pelo largo y de un castaño oscuro, con los ojos del mismo color y buena figura, al igual que Silvia, esta un poco más bajita que la anterior, pero más que Cristina, pelo y ojos claros y envidiable cuerpo. Son demasiado atractivas. ¿Será una ellas la novia de Álex?
- Pasa Cris- dice entonces Javier-. Te llaman Cris, ¿correcto?- pregunta guiñandole un ojo.
Cristina se ruboriza con el gesto.

¿De que va? ¿No intentará ligar con Cris, no? Javier sabe perfectamente que Álex empieza a sentir cosas... No, Javier está con Silvia, y no la cambiaría a ella por una mortal, por muy guapa que fuese esta. Además, con todo lo que hizo ella por Javier, no podría abandonarla aquí así como así. No sería justo. Sin embargo... Le ha visto tontear con Leyre, aún sabiendo que quiere mucho a su chico, aunque sea un mortal. Por ello mismo está aquí.

Javier está siendo muy amable; le enseña la casa como un auténtico vendedor. En la planta principal hay un extenso salón con cuadros abstractosy esculturas indias, paredes negras, techo negro. Lo mismo ocurre con el resto del chalé: paredes negras, techo negro. Hasta que llega a la habitación de Álex. El patrón paredes-techo es el mismo que el de toda la casa. Pero los muebles son color azul cielo, exceptuando la televisión de la pared (los bordes de la cual son blancos). Hay un sofá frente a esta y tres grandes y altas estanterías repletas de libros de todo tipo, del mismo tono azulado.
- ¿Los has leído todos?- Pregunta Cristina, curiosa.
- Si- contesta-. Uno por uno.
- ¿No duermes?
- Tengo una cama debajo del sofá, si es lo que preguntas.
- Ahh.
Cristina vuelve a pasear su mirada por la habitación. Es perfecta para él.
- ¿Que tal si empezamos el trabajo?.- sugiere Álex.
-Si... Claro... Casi se me olvida.- dice despistada Cristina. Tanta belleza junta la desconcierta.
Ambos se sientan en el escritorio, el cual es tan pequeño que les obliga a estar muy cerca el uno del otro. No tardan mucho en terminar el trabajo, ya que Álex sabe toda su vida sobre el personaje romano, como si lo hubiera conocido el mismo.

Pero él no quiere que se vaya. Lleva desde que nació enamorado de ella. Se lo dirá. Le contará toda la verdad. Debe saberla. Será su compañera y tarde o temprano tendrá que saberlo. Allá va
- Cristina- dice Álex-. Tengo que decirte una cosa.


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